20 de
ENERO.
Sombras que se alargan con la luz de un sol
que se despide un día cualquiera. Miento, un día cualquiera no, es otro gran 20
de enero. El otro 20 de enero en el recuerdo, como si de un libro con tapas
llenas de polvo fruto del paso del tiempo, despierta de sobresalto, para unirse
a su nuevo compañero.
Este 20 de enero, que inicia su andadura
hacia el pasado, imaginando y soñando con su nuevo compañero de verdades, de
verdades reflejadas en un cristal de tren, de verdades reflejadas en el cristal
de tus ojos. Compañeros de grandes pancartas de sentimientos ahogados por el
miedo, por la angustia que reventaban mi más querido y débil corazón. Ahogados,
pero con un fino hilo, fino como el de una tela de araña, un hilo con el que
todavía podía gritar que no hay pasado del que no puedas aprender, para gritar
quieres volverlo a soñar, para prometer que ese futuro, ese instante anterior a
este, puede ser el andén de un nuevo viaje en tren.
Aquel 20 de enero que el presente ha quitado
el polvo que lo cubría, aquel 20 de enero que nos anunció un futuro que no
quisimos coser, corre incansable, jadeando y radiante al encuentro de este 20
de enero. Trae consigo un trozo de aquel cristal de tren que guarda grabada tu
sonrisa, este 20 de enero corre a su encuentro con el reflejo del cristal
transparente, sincero y luchador del cristal de tus ojos. Se unen, no celebran su encuentro, no hay
fuegos artificiales, solo hay dos cristales que se unen para teñir mi presente
de color, para construir una nueva primavera que están tejiendo con mi fino
hilo de araña.
Todo ocurre por una razón, y este nuevo
cristal me hace partir hacia un destino, hacia un nuevo tren que me lleva a un
mundo. A un mundo donde la voz que emitieron tus ojos a través de su cristal,
cosieron con ese hilo mi cansado y destrozado corazón. "Mamá sigo y
seguiré siendo la causa de tu nuevo vivir".
Luz que reflejas y modelas sombras en un cristal, luz que esculpes sueños y
bajas velos que no dejan ver. Luz gracias por vivir en mí. Luz siempre viviré
por ti. Que cada 20 de enero sean como el café caliente, que humea en una mesa de un
café, en espera de ser el gran placer de ese instante para los labios que van a
compartir y escribir con una nueva nota para un pasado que algún día
recordaran.
Dedicado a una gran mujer. A mi hija. Gracias
por hacerme descubrir que sin ti no existirían 20 de eneros.
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